PARASHAT YITRÓ: YITRÓ, EL ARQUETIPO DEL BUEN CONVERSO
Por: Yehudah Abraham Dumetz Pinto.
En
el estudio de esta parashat claramente se resaltan cuatro (4) aspectos
importantes: encontramos a Yitro con su hija Tzipora y sus dos hijos que llegan
al campamento de Israel. Otro aspecto a mirar es el consejo que Yitró da a
Moshé Rabenu para que delegue funciones a los ancianos; pero también a estos
sucesos se le suma la llegada de los Benei Israel al desierto del Sinaí y, la
promulgación de los diez mandamientos.
En
la primera Aliá leemos que:
“Yitró, sacerdote de Midián y suegro de Moshé, tomó
conocimiento de todo lo que había hecho HaShem por Moshé y por su pueblo” (Shemot
18: 1).
Lo
que quiere decir este pasuk es que Yitró supo acerca del maná que HaShem les
proveyó como alimento; supo también acerca del milagro a través de la fuente de
agua que los acompañó y, por supuesto, acerca del triunfo contra Amalek y, por
sobre todos estos acontecimientos, el cómo sacó HaShem a los Benei Israel de Egipto.
No obstante, ¿Por qué la parashat lleva el nombre de Yitró y no un nombre que
nos recuerde la entrega de la Toráh? Para dar respuesta a esta pregunta, es
necesario saber que por muchas décadas, Itró fue un sacerdote al servicio de la
idolatría en Midián. Que cuando supo cómo HaShem sacó a su pueblo Israel de
casa de esclavos, se desprendió de toda su fortuna y de todo su status para ir
al desierto a estudiar Toráh (Shemot Raba 1,32). Yitró pudo obrar de esta
manera, porque había realizado introspectivamente un examen de conciencia a
raíz, de haber escuchado los milagros tocantes al Mar de Juncos y la guerra de
Amalek; lo que posteriormente lo llevó a CREER
en el D-s de Israel.
A
partir de estos dos acontecimientos, Yitró comprendió que para el ser humano no
es suficiente observar milagros y maravillas, sino, que el ser humano está
llamado a reflexionar e integrar a esa reflexión el significado de cada acto. Por
eso inmediatamente Yitró empezó a razonar que los grandes honores que tenía en Midián
eran solamente temporarios en comparación a la vida eterna de la Toráh, al
rezo, al servicio a HaShem y la lucha contra el instinto del mal.
Entonces,
inmediatamente abandonó los honores de Midián y la idolatría para ir al
desierto a recibir la Toráh por intermedio de Moshé, porque el ser humano no
merece una vida de Toráh hasta que se desprenda de una vida de placeres y de
honores. Podemos decir entonces que, es imposible recibir la Toráh sin hacer un
examen de conciencia. No hay arrepentimiento sin que haya previamente un examen
de conciencia para analizar nuestros actos. Es por esto que esta parashat que
trata la entrega de la Toráh lleva el nombre de Yitró. La Toráh nos enseña con
ello que ningún ser humano puede tomar el yugo de la Toráh y las mitzvot sin
haber antes reflexionado. Si Yitró, que tenía muchos honores, ya que era
consejero de Paro (Sota 11,1), y monje de la idolatría en Midián, dejo todo
para llevar sobre si el yugo de la Toráh, porque hizo su examen de conciencia;
con mayor razón nosotros, los hijos de Abraham, Yitzhak y Yaakov que estuvimos
presentes en el Monte de Sinaí, cuando HaShem, dijo “Soy HaShem tu Di-os que te
saco del país de Egipto” (Rabí. Pinto, David Hanania. 2007).
“Yitró, el suegro de Moshé, y los hijos de éste y su
esposa, vinieron a Moshé al desierto donde acampaba, en la montaña de D-s. Y
dijo a Moshé: “Yo, tu suegro Yitró, vengo a ti junto con tu mujer y sus dos
hijos con ella. Moshé salió al encuentro de su suegro, se prosternó y lo besó y
se preguntaron un hombre al otro por su bienestar, luego entraron en la tienda”
(Shemot 18:5,7)
De
este pasaje surge la pregunta ¿Si estaban en el desierto, para qué la Toráh nos
menciona este hecho aparentemente superfluo? “AL DESIERTO”. “Viajó al desierto”. En realidad, al mencionarlo, el
versículo quiere expresarse elogiosamente acerca de Yitró: pues hasta ahora el
residía en un lugar distinguido en el mundo, el país de Midián, pero aun así su
corazón lo motivó a salir al desierto, que es un lugar desolado, con el
propósito de escuchar palabras de Toráh.[1]
Pero
también, de este texto leemos en el último párrafo que dice:
“[…] Moshé salió al encuentro de su suegro, se prosternó
y lo besó y se preguntaron un hombre al otro por su bienestar, luego entraron
en la tienda” (Shemot 18:5,7)
Y,
del cual aprendemos que, tenemos la obligación de respetar a los suegros. Rabí
Naftalí Tzvi Berlín escribió en su comentario “Haamek Davar”, que a pesar que
su mujer y sus hijos también vinieron, Moshé salió a saludar a su suegro y así
dictamina el Shuljan Aruj, Iore Dea 240:24 Es obligación honrar al suegro, a lo
que agrega el Baer Heiteb, también hay que honrar a la suegra. El Pele Yioetz
agrega que el yerno o la nuera deben apreciar el tiempo y el esfuerzo que los
suegros invirtieron para el que ahora sea su esposo o su mujer. Por esta razón,
se debe tratar con sumo respeto a los suegros.
Al
tiempo que Yitró se aproximó al campamento de los Benei Israel escribió una
carta a Moshé, en la cual enunciaba, “vuestro suegro Yitró ha arribado. Por
favor, salid a recibirme. Sin embargo, si vos no queréis salir por
consideración a mí, entonces venid por consideración a vuestra esposa Tziporá;
y si no por ella, entonces por consideración a sus dos hijos” (Shemot Raba
27:2). Yitró introdujo la carta a una flecha y la disparó al interior de las
Nubes de Gloria (Midrash Tanjuma 2 Yitró 6) a pesar de que las Nubes de
Gloria usualmente rechazaban cualquier
flecha, admitieron esta carta en honor de Moshé (Moshab Zerenim). HaShem ordena
a Moshé, ¡Sal al encuentro de tu suegro! Yo Soy el que decide cuándo es
apropiado aceptar a un converso, y yo te digo que Yitró vino aquí solamente
LESHEM SHAMAIM. Por consiguiente, ofrécele amistad y no lo rechaces (Shemot
Raba 27:2).
El
tono de la sentencia de HaShem revela que Moshé vacilaba en salir y recibir a
su suegro. Tenía que ser convencido por HaShem, porque Yitró había sido un
sacerdote de ídolos la totalidad de su vida. Moshé no tenía manera de saber si
Yitró era sincero acerca de convertirse en judío y si él respetaría su
decisión. Solo HaShem, quien sondea los pensamientos de la persona, podía
asegurar a Moshé que Yitró permanecería leal al judaísmo, Él por lo tanto,
ordenó a Moshé honrar a Yitró[2].
Los
sabios han dicho (Yebamot 47, b), que los conversos son para los Bnei Israel
como una plaga y en otro lugar han dicho (Pesajim 87, b) que HaShem no ha
exiliado a los Bnei Israel de entre las naciones solamente por los conversos
que vinieron a unirse a ellos. ¿Cómo es conciliable? El extraño que se
convierte y toma sobre si el yugo de la Toráh y las mitzvot, despierta una gran
acusación en el Cielo contra el pueblo de Israel. Los acusadores dicen:
“¡Miren este idolatra que se ha convertido y cumple las
mitzvot con exactitud, mientras que los que son ya judíos no se cuidan tanto!”
Es
por ello que son una plaga para los Bnei Israel. Eso no impide que HaShem sea
quien decida que los Bnei Israel aprendan de los conversos. Por eso los exilió,
para que aprendan de ellos a hacer cada mitzvá con gran exactitud. Entonces
tenemos el deber de aprender de los conversos a ser cuidadosos en el
cumplimiento de las mitzvot y esmerarnos para adquirir la Toráh, para poder
cerrar la boca de los acusadores. Podemos aprender de los dos conversos Yitró y
Ruth la moabita que conocieron honores de reyes. Yitró era un gran monje de Midián
y Ruth era la hija de Eglon el rey de Moab. (Nazir 23, b). Los dos abandonaron
los honores y la fortuna para tomar sobre ellos el yugo de la Toráh y las
mitzvot, a pesar que no les faltaba nada, decidieron abandonar todo para
aceptar el yugo de la Tora.
Es
evidente que HaShem provocó esto solamente para que los Bnei Israel aprendan de
ellos, y como Él no niega su recompensa a ninguna criatura ( Baba Kama 38,b)
les dio la suya: Yitró se elevó espiritualmente y una parashat de la Toráh llevó
su nombre sin contar que HaShem asistió al festín que se dio en su honor, como está
dicho ( Shemot 18,12) “Yitró, el suegro de Moshé, ofreció sacrificios para HaShem
y Aharon y todos los ancianos de Israel vinieron para comer pan con el suegro
de Moshé frente a Di-os”. Y Ruth ha merecido que nazca de ella el Rey David, el
reinado de la casa de David y el Mashiaj. ¿Por qué todo eso? Para que los Bnei
Israel vean y aprendan de ellos. No es en vano que esta parashat lleve el
nombre de Yitró. Tenía siete nombres. (Mejilta Yitró 1). Y la parashat que
trata sobre la entrega de la Tora lleva precisamente este nombre y no otro,
porque hay solamente una letra que diferencia entre el nombre de Ruth y de
Yitro, la (Yod). Para decirnos que Yitró y Ruth han recibido sobre ellos los
diez mandamientos con devoción y han renunciado a la vida de este mundo. La Toráh
quiso enseñar a los Bnei Israel que esta parashat de la entrega de la Tora
lleva el nombre de Yitró que era un idolatra, y que por su reflexión abandono
la idolatría para ir al desierto a recibir la Toráh. HaShem quiso enseñar a los
Bnei Israel que aprendan la lección de estos conversos que abandonan todo para
tomar sobre ellos el yugo de la Toráh, se esfuerzan mucho y se sacrifican por
ella de forma ejemplar (Rab. Pinto, David Hanania. Pajad David 2007).
De
todo esto aprendemos que, Yitró hizo méritos para que su nombre se eternizara
en una parashat. Emunáh HaShem (creer en D-s). Sin embargo, Yitró antes ya
había hecho un gran gesto para con Moshé. Así podemos leerlo en Sanedrín 104:1
por haber ordenado a sus hijas: “[…] Dijo a sus hijas: ¿y dónde está? ¿Por
qué abandonaron al hombre? Llámenlo para que coma pan” (Shemot 2:20). HaShem
lo recompensó; sus descendientes ameritaron reunirse en “Lishkat Hagazit”, una
oficina del sagrado Templo en el cual se reunían los sabios del gran Sanhedrin,
el gesto noble de Itró para con Moshé[3]