PARASHÁ BESHALAJ: La Fe Mueve Montañas
Todos conocemos ese dicho tan popular, la fe mueve montañas, pero
sinceramente nosotros no vemos la gran fuerza que tiene la fe. En estas líneas
veremos que todo depende únicamente de la fe. Cuando una persona manda una
carta y no pone sello, la carta se le devuelve. Aquella persona que le reza a
Dios sin la fe en que Él es el único que lo va a ayudar, el que todo lo puede,
es como si mandara una carta sin sello. Cuentan que una vez, en la casa de un rabino
muy grande (el Admur ), había dos personas haciendo la cola esperando su turno
para recibir una bendición de este gran rabino. Mientras le tocaba el turno a
uno de ellos, uno le preguntó al otro: ¿Para qué viniste? No tengo hijos y
quisiera que el rabino rece por mí a Dios. El otro le respondió que él venía
por el mismo motivo pues tampoco tenía hijos. Entró el primero y recibió una
bendición. Luego, entró el segundo y recibió la misma bendición. Al transcurrir
nueve meses, el primero tuvo un hijo, pero el segundo no. Entonces volvió el
segundo reclamando al rabino que si fue la misma bendición ¿por qué al primero
sí le había servido y a él no? El rabino le respondió: La diferencia está, en
que ese hombre apenas salió de la casa salió tan convencido de que Dios le iba
a hacer el milagro, que fue a la tienda y compró pañales, coche, juguetes, etc.
Tú no hiciste lo mismo y dijiste que había que esperar hasta que hubiera buenas
noticias para salir a comprar. En nuestra Parashá podemos percibir el nivel tan
alto de fe que alcanzaron los judíos en el mar Rojo, “Vayaaminu BaHashem Ube Moshé
Abdó – Y creyeron en Dios y en su siervo Moshé” (Shemot ). En el desierto no
era fácil correr con niños, ancianos, sin suficiente agua, comida, calor,
caballos, burros, camellos, etc. Am Israel entró al desierto solamente con fe
en Dios, lo que nos demuestra lo grandes que eran esas personas. Por eso dijo
Dios, “Zajarti laj Jesed… Lejtej Ajarai Bamidbar Beeretz lo Zerúa – Me acordé
de tu bondad... viniste atrás mío por el desierto, tierra estéril”. Cuando Dios vio la fe tan grande que tenían
en Él, inmediatamente les dio Maná, aguas del pozo de Miriam, sombra de las
nubes de Shejiná. Y así ocurrió cuando se pararon frente al mar y Moshé les
dijo que Dios haría con ellos un milagro, dividiendo el mar para que atravesaran
por él. Esperando y esperando no pasaba nada, hasta que Moshé empezó a rezar
con fuerza y Dios le encomendó que hablara con Bené Israel y que emprendieran
el camino a través de las aguas, porque una vez dentro, Dios les haría el
milagro. Así lo hizo el primero, Najshón Ben Aminadav, y después toda su tribu,
la tribu de Yehudá. Luego la tribu de Binyamín, y cuando llegaron las aguas
hasta el cuello fue cuando se abrió el mar. Dios quiere de nosotros que le
demostremos confianza en Él, fe en nuestras acciones y entonces es cuando Él
nos hace milagros.
Esto mismo vemos que ocurrió con Eliyahu Hanaví, cuando hubo tres años de
sequía en la tierra de Israel, porque no llovía. Fue a casa de una viuda, le
pidió que le preparara comida, y la pobre viuda le dijo: Rabí no puedo
prepararle comida ya que hay mucha sequía y solo me queda un poquito de harina,
una cucharadita de aceite y un vasito de agua con ello haré pan lo hornearé
para repartirlo entre mi hijo y yo, y esperaremos hasta morir. Entonces,
Eliyahu Hanaví le dijo que se lo hiciera para él y que después de que él
comiera le haría un milagro y tendría mucha comida en abundancia. Cualquier
persona diría que hiciera el milagro y después que comiera, pero Eliyahu Hanaví
lo que quería era que la viuda demostrara fe en el milagro que le haría Dios.
Ocurrió que la viuda, finalmente, tuvo fe en el milagro que le haría Dios a
través de Eliyahu, y nunca le faltó lo que comer. Al final de esos tres años de
sequía Cuando Eliyahu Hanaví construyó un altar en Carmel, pidió que todo Am
Israel se reuniera allá y le dijo: ¿Creen que Dios les hará un milagro hoy y
que lloverá mucho?. Todos respondieron que sí tenían fe. Entonces, Eliyahu
Hanaví les pidió como prueba de fe, que trajeran todas las aguas que les
quedaba en sus casas y las vertieran en el altar. Es importante destacar que
después de tres años sin lluvia, toda gota de agua valía como un diamante. Bene
Israel, trajeron sus aguas y las vertieron hasta que se hizo un canal alrededor
del altar y fue entonces cuando se hizo el milagro y llovió tanto que volvieron
a sus casas con mucha dificultad. Tengamos presente que salimos de Egipto por
el mérito de la fe, se nos dividió el mar por la fe. Por eso, antes de hacer
cualquier pedido, debemos concentrarnos y creer con una gran fe que Dios nos
está escuchando, y que nos ayudará. De lo contrario estaríamos mandando una
carta sin sello, o sin dirección. Incluso una pequeña duda estropea todo pero
si tenemos fe en que Dios nos ayudará saldrá todo bien. Cuentan que una vez, en
una Yeshivá, un jovén escuchó que aquel que creyera que Dios es el único que le
mandará plata, el único que le ayudará, etc., entonces verdaderamente recibirá
su ayuda. Este muchacho fue y se compró un cartón de la lotería cuyo premio era
de 5 millones de dólares. Al llegar a la Yeshivá le prometió a todos que les
regalaría cosas, les compraría lo que ellos quisieran, ya que estaba seguro de que
Dios lo iba a ayudar. Todos los compañeros entusiasmados ante el grado de
convicción que el jovén demostraba de que sería el ganador de esa suma tan
grande, fueron a visitar al rabino de la Yeshivá y le comentaron lo ocurrido.
El rabino mandó a llamar al jovén y le dijo: ¿Qué opinas acerca de la lotería
de esta noche? El muchacho le aseguró que ganaría ya que él confiaba plenamente
en que Dios se lo proveería. El rabino le dijo: Recién ahora salí de una
reunión con el contador y me dijo que estamos pasando por una situación
difícil, ya que tenemos muchas deudas pendientes.
¿Qué te parece si me das tu cartón de lotería y yo te doy un millón de dólares
ahora mismo? El muchacho pensó que más valía pájaro en mano que ciento volando,
y aceptó la propuesta del rabino. Cuando éste rabino escuchó la respuesta del
jóven, que aceptaba un millón a cambio de cinco, entendió no tenía fe en que
ganaría, sino que tenía mucho deseo de ganar, pero eso no ayuda. Lo que ayuda es
la fe. Cuando la persona se para frente a Dios a rezar, debe llenarse de mucha
fe interna y pensar que si lo que está pidiendo es bueno para él, entonces que
se lo mande, pero que en caso de que no sea lo mejor para él entonces que no se
lo mande, por más que lo pida. También cuando tomamos una pastilla debemos
pensar que a través de esa pastilla Dios nos mandará la salud, y si abrimos un
negocio debemos creer que Dios nos mandará éxito a través de esa tienda. Si tú
realmente crees, ciegamente, que Dios te ayudará, jamás serás decepcionado.
“Que sea la voluntad de Dios que nos satisfaga nuestros pedidos para bien,
y que con la fuerza de nuestra fe nos mande al redentor de Israel. Amén."
Tomado de las alturas de mi pueblo.