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    La Raíz de las Almas de los Conversos – Bereshit



    La Raíz de las Almas de los Conversos 
    Published by Proyecto Jai
    BH


    “En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Bereshit 1:1) Aun antes de crear al hombre, Dios creó otras dos cosas llamadas “reshit” (principio), que son lo fundamental de la creación y que si no hubiera sido por ellas, Dios no habría creado los cielos y la tierra. Rashi dice: “En el principio creó: Dios creó el mundo para la Torá, que es llamada reshit darkó (el principio de Su camino) y para Israel, que es llamado reshit tevuatá (la primicia de Sus frutos)”. Es decir que todo el mundo fue creado para la Torá y para Israel, quienes son llamados “reshit”. A esto se refiere el profeta (Irmiahu 33:25) cuando dice “Si no he hecho Yo pacto con el día y la noche y si no he dado leyes al cielo y a la tierra”. Y la explicación es que si no fuera por la sagrada Torá, que es llamada “Pacto”, a la cual es necesario subyugarse de día y de noche, Dios no habría dispuesto las leyes que rigen los cielos y la tierra. De hecho, el estudio de la Torá del pueblo de Israel es necesario tanto de día como de noche, porque el mundo sigue funcionando por el mérito de la Torá y por eso es necesario estudiarla durante todas las horas del día y de la noche. Además, cuando el pueblo de Israel quita la carne de su prepucio y cuida el pacto sagrado, también está ayudando a mantener las leyes de los cielos y de la tierra para que el mundo siga existiendo y funcionando.
    Es sabido que las almas del pueblo de Israel fueron creadas antes de la creación misma.
    Siendo así, es necesario entender de dónde provienen las almas de los conversos y si también las almas de los conversos fueron creadas antes de la creación del mundo junto con las almas del pueblo de Israel o si son almas nuevas que se crearon y se siguen creando con el resto de las almas de los pueblos del mundo.

    Oí decir que las almas de los conversos tienen su raíz en las almas de aquéllos que desearon recibir la Torá en el Monte Sinaí, pero que no tuvieron la posibilidad de llegar y pararse al pie del mismo. Dios se comportó con bondad hacia esas almas, que a lo largo de la historia fueron uniéndose al pueblo de Israel a través de la conversión aceptando el yugo de la Torá y de las mitzvot. Con esta explicación, se acentúa aún más nuestra pregunta respecto a si las almas de los conversos fueron creadas antes de la creación del mundo junto con las almas de Israel y esperan a los conversos hasta el momento en el que se sumerjan en la mikve y acepten el yugo de la Torá y de las mitzvot, o si esas almas tienen una naturaleza distinta de las almas del pueblo de Israel.
    Podemos responder a esta pregunta a partir del versículo “En el principio Dios creó los cielos y la tierra”. La palabra shamaim (cielo) alude a las almas del pueblo de Israel que representan a los cielos elevados y superiores mientras que la palabra aretz (tierra) alude a las almas de los conversos. ¿Por qué las almas de los conversos tienen la característica de aretz? Porque ellos no recibieron un alma judía en el momento mismo de su nacimiento, sino solamente después de algunos años sobre la tierra, en el momento en que deciden unirse al pueblo judío. La palabra bará (creó) tiene el mismo valor numérico que la palabra guer (converso); es decir que incluso antes de la creación del mundo, Dios creó también las almas de los conversos junto con las almas de los judíos y la Torá, que como ya dijimos son reshit (el principio). El hecho de que Dios creara las almas de los conversos junto con las almas de los judíos fue un acto de jesed, para que en el momento en que éstos se unan al pueblo de Israel su integración sea completa, llegando hasta la raíz misma, que es la raíz de las almas del pueblo de Israel que fueron creadas antes de la creación del mundo.
    Es posible que si Dios no lo hubiera hecho de esta manera, el pueblo de Israel no habría deseado recibir a los conversos entre ellos considerándolos como su propio ser.
    Como Dios ya sabía que en el futuro habría conversos que desearían aceptar el yugo de la Torá y de las mitzvot (dado que sus almas ya habían deseado aceptar la Torá en el Monte Sinaí pero no tuvieron la posibilidad de hacerlo), por eso creó sus almas junto con las almas del pueblo de Israel, y de esta manera les otorgó la fuerza y la posibilidad de unirse al pueblo judío y convertirse en una parte inseparable del mismo.
    La Torá comienza con las palabras: “En el principio creó Dios” y termina con las palabras “Ante los ojos de todo Israel”. De aquí se aprende que incluso antes del mundo, Dios tuvo la intención de aceptar a las almas de los conversos dentro del seno del pueblo judío, porque como ya explicamos, la palabra bará alude a la creación de las almas de los conversos.

    En el momento en el cual la persona se convierte, a pesar de que en ese momento pueda ser un anciano, se considera como si hubiera nacido de nuevo debido a que está escrito “En el principio”. Desde ese momento, él forma parte del pueblo de Israel tal como está escrito al final de la Torá: “Ante los ojos de todo Israel”.
    Y así como la bendición de Moshé Rabenu recae sobre todo el pueblo de Israel, también recae sobre los conversos a quienes se nos ha ordenado amar como a hermanos, tal como está escrito: “Y amarás al converso”. Mi alumno, Rabi David ben Shalom HaCohen, agrega que está escrito: “Y Dios el Eterno formó al hombre del polvo de la tierra e insufló en su nariz aliento de vida y el hombre se convirtió en un alma viviente” (Bereshit 2:7). ¿Qué significa “aliento de vida”? La Torá podría haber dicho que Dios insufló en la nariz del hombre el alma. La respuesta es que Dios es una luz infinita sin ningún límite. Dicen nuestros Sabios que el alma es una parte del Dios Eterno, tal como está escrito: “Porque el alma de la persona es la vela de Dios”. De esta manera, el alma es una parte de la luz del Creador, que tiene vida sin límite. Y así como Dios existe por toda la eternidad, de la misma manera el aliento de vida de la persona -que es parte de esa luz Divina- no tiene ningún límite y existe eternamente.
    Como sabemos, la raíz de las almas se encuentra debajo del Trono Divino y por eso las almas tienen mayores méritos que todos los mundos y que todas las sefirot.
    Y a pesar de que el cuerpo viene a este mundo, el alma sigue viva y existiendo en el Mundo Venidero.
    El concepto de la muerte no tiene ningún significado en el Mundo Venidero, porque éste es completamente eterno. El Rambán en Shaar HaGuemul dice que la persona debe pasar por los dos mundos: por este mundo, porque aquí tiene lugar la corrección del cuerpo a través de la muerte, y por el Mundo Venidero, porque allí tiene lugar la corrección del alma, cuando puede purificarse, elevarse y apegarse a su fuente originaria de vida. Dijeron nuestros Sabios: “Los tzadikim al morir son llamados ‘vivos’ y los malvados en vida son llamados ‘muertos’”. Cuando la persona se aleja del servicio Divino y de su Creador y hace algo “malo” ( רע ) (palabra cuyas iniciales implican רצון עצמ ו , es decir, su propia voluntad), sigue cayendo en sus actos cada vez más porque un pecado provoca otro pecado, hasta que finalmente la persona se convierte en un rashá (un malvado), cuyas letras también son las iniciales de “por su propia voluntad”. Debido a la maldad, la Presencia Divina se aleja de la persona hasta que finalmente ésta queda sin Supervisión.


    Vimos que Dios es llamado “Mi Nombre”, tal como está escrito: “Yo Seré el que Seré… Éste es Mi Nombre por siempre y para siempre y éste es Mi recuerdo de generación en generación”. De estos versículos se entiende que “Mi Nombre” se refiere a la Shejiná, a la Presencia Divina, porque la persona tuvo el mérito de que la Shejiná se posara sobre ella, porque fue creada a imagen Divina.

    Podemos decir que éste es el secreto del versículo “Porque Mi Nombre está cerca de él” y también del versículo “Serás llamado por el Nombre de Dios”. Si dividimos la palabra neshamá (alma) y tomamos las dos primeras letras (nun y shin), obtenemos el mismo valor numérico que la palabra “Shemi” (Mi Nombre). Esto implica que cuando la persona actúa y sigue el camino del mal, se aleja de él el Nombre de Dios [nun shin – Shemi] y nos queda solamente el final del versículo (nishmat jaim, si quitamos la nun y la shin queda met jaim) “muerto vivo”. Esto es lo que dijeron nuestros Sabios, que los malvados son llamados muertos aún cuando viven. En cambio, los tzadikim incluso cuando mueren en este mundo, el Nombre de Dios sigue ligado a ellos y por eso se consideran “aliento de vida”, es decir que están cerca de sus almas, que es una parte Divina y que existe eternamente. Hasta aquí la palabras de mi estimado alumno.

    A partir de todo esto podemos explicar que los pueblos del mundo que no tienen en sus bocas todo el tiempo el Nombre de Dios, no son llamados “Adam”, y solamente aquellos que ponen el Nombre de Dios en sus bocas merecen ser llamados Adam y poseer el “aliento de vida”. Cuando los conversos se unen y se apegan a la Shejiná, merecen recibir también el “aliento de vida”, porque al recibir el yugo de la Torá y de las mitzvot se alejan de la definición de los malvados que están muertos y entran al grupo de los tzadikim que están vivos tanto en este mundo como en el Mundo Venidero.

    Resumen
    Antes de crear el mundo, Dios creó dos creaciones llamadas reshit, que son las almas de los judíos y la sagrada Torá. Nos preguntamos si las almas de los conversos fueron creadas junto con las almas de los judíos. Dijimos que también las almas de los conversos fueron creadas antes de la creación misma del mundo, tal como lo indica el versículo “Bereshit bará” (En el principio creó), porque la palabra bará tiene el mismo valor numérico que la palabra guer (converso).

    La Torá comienza diciendo “En el principio creó” y termina diciendo: “Ante los ojos de todo Israel”. Es decir que las almas de los conversos se encuentran unidas al pueblo de Israel porque también fueron creadas antes de la creación del mundo.

    Está escrito: “E insufló en su nariz aliento de vida”. Es decir que el alma, que es parte de la eternidad de Dios, es en sí misma eterna. Mientras que los malvados son llamados “muertos” en vida, los tzadikim son llamados “vivos” incluso después de morir en este mundo, porque están ligados al alma eterna.

    Dios es llamado “Mi Nombre”, como está escrito: “Éste será Mi Nombre por siempre y para siempre”. Cuando la persona sigue el camino de Dios, el Nombre Divino reposa sobre ella. Pero si la persona se desvía del camino de Dios, entonces también el Nombre de Dios se aleja de ella, tal como queda aludido en la misma palabra neshamá.

    Torat David – Bereshit


    Rabí Janania Pinto

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