El privilegio de ayudar
Rabí Menajem Mendel de Lubavitch
(1789-1866), conocido como el “Tzemaj Tzedek”, quedó huérfano de madre (La
Rabanit Debora Lea), a los tres años, y fue criado por su abuelo materno, Rabí
Shneur Zalman de Liadi (fundador de Jabad, 1745-1812), quien dedicó mucha
atención a la educación de su nieto.
Luego del fallecimiento de Rabí
Shneur Zalman, Rabí Menajem Mendel continuó disfrutando de la guía de su abuelo
y mentor, quien solía aparecérsele en sus sueños y en visiones durante el día,
respondiéndole a preguntas que le surgían en el curso de su estudio, de la
parte “revelada” de la Torá, y de la Kabalá y el Jasidut.
Pero estas visitas cesaron de
repente. Rabí Menajem Mendel había acumulado una cantidad de preguntas
imposibles de resolver, y quería volver a ver a su abuelo. Pero el Rebe no se
le aparecía.
Temprano una mañana, Rabí Menajem
Mendel caminaba a la sinagoga. El camino de Rabí Menajem Mendel lo llevó al
mercado de Lubavitch. Allí, se le acercó Reb Mordejai Eliahu, un hombre simple,
temeroso de Di-s, que se ganaba la vida vendiendo y comprando mercadería en el
mercado.
“Por favor, Rabí Menajem Mendel”,
le dijo Reb Mordejai Eliahu, “¿podrías prestarme cinco rublos hasta esta tarde
o mañana? Hoy es el día del mercado, espero ganar algo, con la ayuda de Di-s”.
“Por supuesto, Reb Mordejai
Eliahu”, le respondió Rabí Menajem Mendel. “Ven a mi casa luego de las
plegarias matutinas, y te daré el dinero”.
Rabí Menajem Mendel llegó a la
sinagoga y comenzó a prepararse para las plegarias. Su Talit ya estaba doblado
sobre su hombro, y estaba examinando sus Tzitzit antes de ponérselos cuando
pensó: “¿Por qué le dije a Reb Mordejai Eliahu que le daría el dinero luego de
concluir mis plegarias? Hoy es el día del mercado; seguramente cada momento es
precioso. Le debería haber dado el dinero inmediatamente”.
Quitándose el Talit de su hombro,
corrió a su casa, tomó el dinero, y fue a buscar a Reb Mordejai Eliahu. Para
ese entonces, el mercado ya estaba repleto de gente, animales y mercadería;
carros parados en la entrada y las tiendas armadas. Luego de una larga
búsqueda, Rabí Menajem Mendel localizó a Reb Mordejai Eliahu, le dio el dinero,
y volvió a la sinagoga.
Y cuando se colocó nuevamente el
Talit y enrolló sus Tefilín, vio a su abuelo parado frente a él, con el rostro
radiante de felicidad.
Treinta años más tarde, el Tzemaj
Tzedek relató los eventos de aquella mañana a su hijo menor, Rabí Shmuel.
“Cuando uno ayuda a un compañero a ganar 70 kopeks con la venta de un becerro”,
concluyó Rabí Menajem Mendel “las puertas de las cámaras Celestiales son abiertas
frente a él”.
Rabí Shmuel subsecuentemente
contó esta historia a su hijo, Rabí Shalom DovBer de Lubavtich. “¿Acaso sabemos
dónde encontrar las “puertas de las cámaras Celestiales” que se nos abren cada
vez que hacemos un acto de caridad? Pero no importa. Lo más importante es que
no hay alegría más grande que la de tener el privilegio de ayudar a un
compañero.
Contado por Rabí Iosef Itzjak de
Lubavitch