PARASHAT NITZABIM: La Torá Es Universal
En nuestra Parashá encontramos
una frase dicha por Moshé, que aparentemente no se entiende. “Lo Bashamyim Hi
Vegam Lo Mieber Layam – La Torá no está en los cielos, ni está más allá del mar”.
¿Qué es lo que quiso decir Moshé con esta frase?, ¿Acaso que nosotros no
sabemos que la Torá no está en los cielos y que tampoco está detrás del mar, la
mejor prueba que sí lo sabemos es, porque la vemos aquí entre nosotros, en las
sinagogas? Para responder esto, debemos primero entender las maniobras del
Yetzer Hará. Él siempre trata de hacernos sentir mal, que somos unos malvados,
pecadores, impuros. Pero cuando vamos a hacer una mitzvá o estudiar Torá, inmediatamente
salta y nos dice: ¿Tú vas a estudiar Torá, no es posible, eres un impuro?, ¿Tú
vas a cuidar Shabat, no es posible, todavía comes terefá?, ¿Te quieres poner
tefilín, no puedes hacerlo si no cuidas las leyes de pureza familiar?... Hasta
que la persona se rinde, piensa que debe primero abandonar todos los errores y
después sentarse a estudiar Torá. Esto es como la pregunta, ¿Qué viene antes la
gallina o el huevo?, ¿Qué viene antes, la pureza o la Torá?, ¿Qué es mejor, estudiar
Torá y cumplir mitzvot a pesar de que sea un gran pecador e impuro, o empezar
por abandonar los pecados, purificarme y después estudiar Torá? Sobre esto
responde Moshé Rabenu: Mi querido hermano, la Torá no está en los cielos, no
hay que ser temeroso de los cielos para acercarse a ella, ni ángeles
celestiales para estudiarla, ni entes espirituales que capten su luz, la Torá
está muy cerca de nosotros. Tan cerca, que no está más allá del mar.
El mar es la represa más grande
de purificación, no necesitas purificarte en el mar para ser apto a estudiar
Torá. Moshé Rabenu nos dice que no es necesario sumergirse, purificarse en las
aguas puras para sentarse a estudiar Torá. Incluso que estemos impuros debemos
continuar nuestro estudio de Torá, tal y como lo dice la Torá: “Hashojén Itam
Betumatam – El que reposa con ellos, en sus impurezas”. La Guemará pregunta:
¿Por qué las palabras de Torá se asemejaron al fuego? De igual manera que el
fuego no puede ser impuro, no existe un concepto como tal, así también la Torá
no puede ser impura, jamás se impurifica.
No solo que podemos estudiar Torá
estando impuros y pecando, sino que estamos obligados a estudiarla para que nos
ayude a purificar nuestra vida, el simple acercamiento a la sabiduría divina es
suficiente para purificarnos: “Mikvé Hashem, Amar Rabí Akivá – Dijo Rabí Akivá:
Dios es nuestro Mikvé (represa de pureza)”. Es decir, lo que nos enseña Rabí
Akivá es que Dios nos purifica. Por lo tanto, si esperamos a purificarnos para
acercarnos a Dios, ó si esperamos a ser tzadik para sentarnos a estudiar Torá,
jamás lo lograremos llevar a cabo. Esas son las trampas del Yetzer Hará, sus
malos consejos, pero nosotros debemos saber que no está más allá del mar, ni en
los cielos, sino que está cerca de nosotros.
La Torá fue dada para todos,
incluso un pecador o un impuro tiene derecho de estudiarla y así elevarse
espiritualmente. Muchas personas piensan que ponerse la kipá es el último paso,
ya que no está bonito que se pongan kipá si todavía van a la playa los sábados
o si todavía comen pizza y terefá en la calle. También con las mujeres pasa lo
mismo, muchas piensan que no se van a tapar el pelo si todavía no se han puesto
falda larga o si todavía no cumplen las leyes de pureza familiar. Pero les
digo, que eso es un ERROR. Al contrario, la kipá está hecha precisamente para
eso, para ayudarnos a llegar a cumplir con nuestros preceptos. Si nos ponemos
una kipá, seguramente que nos avergonzaremos de ir a un restaurante no Kasher,
y como resultado vemos que nos salvamos de hacer una trasgresión, gracias a la
kipá. Como el caso que relata la Guemará, de un hombre que estaba a punto de
acostarse con una mujer de la calle y cuando vio sus Tzitzit, se arrepintió y
se fue. Ese es el secreto de todo. Lo mismo es con la mujer. Al igual que la
kipá nos ayuda a no pecar, así también la Torá, no importa si somos unos
pecadores, si estamos impuros, agarremos a la Torá con nuestras manos,
sentémonos a estudiarla y a cumplirla, para que veamos que automáticamente nos
purificará y nos santificará. Esta Parashá siempre se lee el Shabat antes de
Rosh Hashaná, antes de ese día tan grande, antes de empezar un nuevo año, para que
cada uno de nosotros sepamos que podemos empezar un nuevo año con Torá, con
mitzvot, con santidad y pureza. La Torá no fue dada solo para los tzadikim
(justos), sino que fue dada para todos, como lo dijo Moshé al principio de la
Parashá: “Atem Nitzabim Hayom Kuljem – Todos vosotros estáis presentes hoy ante
el Eterno”. Todos, desde el menor hasta el mayor, tanto a nivel material como
espiritual. Con todos, Dios hace su pacto. Por lo tanto, no podemos permitir
que el Yetzer hará nos tumbe, no lo escuchemos. Si nos dice que todos pueden
hacer teshuvá menos nosotros, no le escuchemos.
Si nos dice que Dios perdonará a
todos menos a nosotros, no le escuchemos. La Torá nos atestigua que hubo muchos
malvados que hicieron pecados muy graves, pero en el momento que quisieron arrepentirse
por lo que hicieron, inmediatamente Dios les abrió sus puertas y los recibió.
Como lo dice nuestra Parashá, los que vuelven al camino de la verdad pueden
llegar hasta el trono celestial. Todo depende de nuestra decisión. Por ejemplo,
el rey Menashé era tan malo y tan pecador, que está escrito en Reyes (2:21) que
era igual de abominable ante los ojos de Dios como los goyim. Reconstruyó las
estatuas que su padre, el Tzadik el rey Jizkiyahu, había destruido. Colocó
altares de idolatría dentro del Templo, sacrificó a su hijo en un ritual de idolatría.
En Crónicas está escrito que Dios mandó al rey de Azur a atacar a Jerusalén,
tomaron como prisionero a Menees y lo encerraron. En ese momento, Menashé
empezó a rectificar y a darse cuenta de todos sus pecados y volvió en teshuvá.
Le rezó a Dios, lo escuchó y lo devolvió a Jerusalén.
Cuando llegó a Jerusalén sacó
toda la idolatría que había puesto dentro de ella, y la devolvió a su estado
original. La Guemará de Sanedrín (102b) dice: que Menashé recibió Olam Habá,
entró al mundo venidero. En el Meam Loez viene escrita la tefilá tan grande que
hizo Menashé a Dios. Esa tefilá se acostumbra a decirla en los días de Rosh
Hashaná y Yom Kipur. Según esto, podemos hacer una cuenta muy sencilla. Si nosotros
no hicimos pecados como los de Menashé, no causamos que otros pecaran, no
hicimos idolatría, no profanamos el Templo, entonces ¿por qué le vamos a
permitir al Yetzer Hará que nos convenza que no valemos nada, que somos
impuros, que no podemos estudiar Torá? Debemos responderle que la Torá no está en
los cielos, ni está más allá de los mares, sino que está muy cerca de nosotros.
Maimónides explica, en las leyes de teshuvá, que la persona debe de fijarse en
el rey Yejoniah, fue un gran pecador, incluso fue maldecido por Dios: “Haish
Hazé Ariri Gueber Lo Yitzlaj Beyamav – Este hombre es maldito, nunca triunfará
en su vida”. Cuando fue expulsado, lloró hasta que volvió en teshuvá, depuse de
esto, Dios lo llamó “Abdí – Mi servidor”, título que solamente Moshé Rabenu
alcanzó. Partiendo de estos ejemplos no podemos permitir que el Yetzer hará nos
confunda. Maimónides continua diciendo que aquella persona que volvió en
teshuvá no se sienta inferior si en el pasado pecó. Más bien se debe sentir
mejor, ya que una vez probado el sabor del pecado, el reto es mayor al dejarlo
de probar y por lo tanto su mérito también es mucho mayor. La Torá es para
todos, es universal, desde el pecador más grande hasta el más justo de Am
Israel. Por eso, debemos sostenernos de ella con todo nuestro corazón, para
entrar al nuevo año elevándonos junto a ella. La Torá es como nuestro ascensor
que nos va ayudar a salir desde las profundidades hasta los cielos. Amén.
Extraído del libro Las alturas de
mi pueblo