PARASHÁ YITRÓ: La Armonía En El Hogar
En nuestra Parashá vemos cómo Yitró se incorporó al pueblo de Israel y pasó
a formar parte de él. Al transcurrir el tiempo, Yitró observó que Moshé, su
yerno, se estaba encargando de todos los juicios: Juicios de dinero entre
compañeros, problemas de armonía en el hogar entre marido y mujer, consultas
privadas de las personas, etc. Propuso una solución para la gran carga que
tenía Moshé sobre sus hombros: implantar jueces encargados de diez personas, de
cincuenta, de cien y de mil, para que así, estuviera todo mejor organizado y no
hubiera tanta aglomeración de personas diariamente en la carpa de Moshé. Nuestros
comentaristas preguntaron: ¿Acaso una idea tan sencilla como esta, Moshé Rabenu
no la pudo proponer? ¿Por qué nadie del pueblo de Israel propuso esa idea? ¿Por
qué Dios no le ordenó a Moshé juzgar de esta manera? La respuesta es muy
interesante. Explican Jajamim que, en verdad, todos querían ese nuevo sistema
de justicia. Es decir, Moshé lo quería porque eso implicaría menos peso sobre
sus hombros. El pueblo también lo quería de esa forma, para no estar esperando
tanto tiempo hasta que le tocara su turno. Los alumnos de Moshé quisieron ser
los jueces del pueblo y así también lo quiso Dios. Pero nadie se atrevía a
proponerlo por temor a ser mal interpretado por los demás. Dios no lo propuso
para que Moshé no se sintiera despreciado. Moshé no lo propuso para que no
pensaran que lo hacia por pereza. Los alumnos de Moshé no lo propusieron para
que no dijeran que lo que buscaban era el honor de ser jueces. El pueblo no lo
propuso para que Moshé no se sintiera despreciado. En pocas palabras, todos
querían y nadie hablaba. Hasta que vino Yitró, una persona extranjera, sin
intenciones ocultas que ve lo que todos quieren y que nadie habla. Entonces
funge como mediador y beneficia a Dios, a Moshé, a los jueces y al pueblo. Yitró
siempre se destacó por ser conciliador entre las personas; por eso cuando
vinieron sus hijas a contarle acerca de un hebreo (Moshé) que las ayudó en el
pozo de agua para dar de beber a su ganado, haciendo paz entre todos, Yitró se
emocionó y quiso conocer a ese hebreo que se destacaba con esa buena cualidad
de conciliador como él, y hasta le ofreció a Moshé casarse con una de sus
hijas.
Otra hija de Yitró se casó con un hijo de Aharón, quien dedicó su vida a la
unión del pueblo. Aharon amaba y perseguía la paz. Amaba a las personas y las
acercaba a la Torá. Cuando dos personas peleaban, iba Aharón y le decía a uno
de ellos que el otro estaba muy triste por lo ocurrido pero le daba vergüenza
pedir disculpas. Después iba al otro y le decía lo mismo. Cuando se encontraban
se abrazaban y se pedían perdón mutuamente, consiguiendo así la paz entre
ellos. Así es que no es de extrañar que de dos abuelos como Aharon y Yitró
saliera Pinjás, un hombre que sirvió muchas veces de puente, de mediador entre
dos o más personas. Como nos lo relata el libro de Yehoshua ( ), que una vez
conquistada la tierra prometida, nueve tribus y media se quedaron en el
territorio ubicado del otro lado del río Yardén y dos tribus y media se
quedaron sin atravesar el río. Estas dos tribus y medias decidieron levantar un
altar en su territorio, pero las demás tribus, cuando se enteraron de los
planes de las otras, quisieron hacer una guerra contra ellas, pensando que ese
altar era para hacer idolatría. Hasta que vino Pinjás, en el último momento
antes de empezar el ataque, averiguó y se dio cuenta de que ese altar había
sido erigido para agradecer a Dios por el gran triunfo obtenido en la conquista
de Eretz Israel. Así se evitó una gran guerra, que quién sabe lo que hubiese
ocurrido en ella. Diariamente nos encontramos rodeados de personas, amigos, familiares,
pareja, padres e hijos. Cuando haya algún tipo de desacuerdo entre ellos,
debemos intentar ser como Yitró, como Moshé, como Aharón y como Pinjás para
lograr una reconciliación absoluta. Inclusive podemos servir como puente para
lograr unir a un jovén con una jovén, conseguir que se conozcan y salgan, para que
a la larga se casen. No podemos permitirnos observar las peleas de las demás personas,
verlos desunidos, divorciados, etc., sin ni siquiera intervenir para ayudarlos,
buscando las palabras adecuadas que suavicen el roce existente y que los reúna
nuevamente, bien sea entre dos amigos, dos socios o inclusive entre marido y
mujer. Aharón siempre se preocupó por unir a dos personas.
Yitró se esmeró en unir al pueblo con sus líderes. Moshé se preocupó por conectar
al pueblo y a sus líderes, con Dios. Así también nosotros debemos servir como
puentes y mediadores entre todo el pueblo de Israel, sus líderes y sus rabinos,
para que así seamos una nación sin grietas y fuerte. Cada uno de nosotros se
puede destacar en un campo diferente; uno se puede destacar en unir a una
pareja en proceso de separación, otro se puede encargar de arreglar un pleito
económico entre dos socios, alguien más se puede encargar de servir como puente
entre las personas y Dios, dando clases de Torá, o unir a un soltero con una
soltera. Todo lo que sea unión es muy positivo. Debemos analizarnos a nosotros
mismos y fijarnos en qué campo nos resulta más fácil y en ese empezar a actuar.
Somos como un rompecabezas al que cuando sus piezas están separadas no se le ve
ninguna gracia, pero cuando se unen, empezamos a ver la imagen tan bonita que
hay en él. Am Israel todos unidos.
“Que sea la voluntad de Dios que nos ayude a lograr esa unión tan deseada,
que podamos evitar divorcios, que padres e hijos se sientan juntos, y que entre
todos reine la paz. Amén.”
Tomado de las alturas de mi pueblo