Parashat Vayetzé: ¿Quién tiene miedo de las dificultades?
Por Rabino Yohanan Daniel
Castellanos
La parashá de esta semana nos
relata sobre el viaje de Yaakov avinu de Beer sheva a Jarán, fue hacia allá a
causa de las amenazas de muerte de su hermano y para casarse con un miembro de
su familia. De camino, cuando pasaba por el monte Moriá que está en Jerusalén,
tuvo que detener su viaje y dormir sobre el monte. Entonces recogió piedras y
rodeó su cabeza con ellas por temor a bestias salvajes que vagaban por allí.
¿Por qué es que Yaakov vio
necesario protegerse únicamente la cabeza de las bestias salvajes?, ¿qué hay
con las demás partes del cuerpo?
En realidad, Yaakov si rodeó con
piedras todo su cuerpo, sino que el hecho de que rodeó su cabeza con piedras se
enfatizó porque tiene doble significado: además de rodear su cabeza para
protegerse de animales salvajes en el sentido físico, Yaakov también protegió
su cabeza en sentido sicológico y espiritual.
En este sentido Yaakov temía de
animales malos (salvajes). Temía de malos pensamientos, pensamientos de
desesperación y miedo, pensamientos de adoración a lo material. “Por lo tanto
rodeó su cabeza”, en otras palabras fortaleció sus ideas y su emuná, fortaleció
“su fuerza mental y espiritual” frente a pensamientos como estos.
Yaakov creció a la sombra de su
gran padre y su madre la tzadeket. Su vida era buena y dichosa. Rivka era una
madre amorosa que le dio todo lo que necesitaba y se ocupó de cumplir todos sus
deseos.
Pero después de que tomara con
astucia la bendición de su padre que estaba destinada para Esav, se vio
obligado a huir de su casa. Abandonó el lugar que le hizo crecer y que lo
alimentó, y se fue a una tierra extraña. E inmediatamente al comienzo de su
viaje, corrían por su mente pensamientos acerca del futuro.
Hubiera sido normal que tuviera
pensamientos de desesperación, o de miedo hacia el futuro – a lo desconocido.
Pero Yaakov decidió ser fuerte de espíritu y de convicción, y protegerse a sí
mismo de pensamientos como estos.
Yaakov creció también a la sombra
de su gran padre, que moldeó su personalidad. Su padre pavimentó el camino para
él, un camino de emuná y conexión firme con Di-s. En el transcurso de su vida
Yaakov pasó mucho tiempo en el bet hamidrash “casa de estudio” de Shem y Ever,
sabios de Israel, Shem le enseñó 14 años consecutivos. También por la noche
solía pensar en la Torá y no dormía sobre una cama sino que se le bastaba con
una siesta ligera. Su vida era una vida de espíritu y libro en todo sentido de
la palabra.
Y ahora debía abandonar todo y
descender a Jarán, un lugar de impureza e idolatría. Debía vivir un largo
tiempo donde su tío Labán, que era un tramposo y un ladrón, y ocuparse allí con
negocios y todo tipo de cosas vanas de este mundo, un mundo material.
Cuando se recostó en el har
habait, Yaakov temió verse influenciado de la ciudad de Jarán y de Labán. Temió
que sus pensamientos espirituales puros se volvierán pensamientos sobre lo
material y lo impuro. Y es por eso que decidió fortalecerse a sí mismo y a su
condición espiritual, reuniendo fuerzas de emuná y del espíritu. Es verdad que
vivirá en la casa de Labán el tramposo y pastoreará su rebaño, pero tendría
cuidado de que esta ocupación no influenciara su forma de pensar y su emuná.
Este es el significado del relato de que rodeó su cabeza con piedras.
Todo hombre tiene momentos en que
pensamientos de debilidad y desesperación le vienen a la mente. En momentos
como este la elección está en sus manos, acaso dejará que estos pensamientos lo
controlen o se fortalecerá y triunfará sobre ellos. La primera forma, la
pasiva, ciertamente más fácil, pero no le llevará a ningún lugar sino que lo
arrastrará hacia atrás en el transcurso de su vida. La segunda forma, la que
escogió Yaakov, caminar ̶ fortalecerse y seguir adelante ̶ de
hecho la forma difícil, la activa, pero también buena e inteligente. Así es
como una persona aprovecha la crisis en la que está y da pasos hacia adelante.