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    Todo lo fácil no siempre es bueno



    Nuestra generación ha sido bendecida con muchas personas generosas que están ansiosos por cumplir con la preciada mitzvá de dar tzedaká del modo más apropiado. Esto es por una parte. Por la otra, la nación de Israel está expuesta a varias vicisitudes y miserias y, como resultado, muchos jóvenes judíos no pueden recibir una educación judía, y muchas familias encuentran difícil culminar el mes. Los contribuyentes quieren asegurarse de que sus donaciones lleguen al necesitado sin que se desvíen sus fondos a gastos indirectos como costos de oficina o de colecta. Nuestros sabios trataron de establecer unas pautas generales en lo que respecta a quién es apto para recibir tzedaká y cuánto puede recibir de los fondos de tzedaká. Algunas veces una persona necesitada se avergüenza de recibir la caridad, y es por el bien de casos como este que nuestros sabios declararon que prestar dinero es una mitzvá más grande que aquella de darlo en caridad. Muchas personas se preguntan ¿cómo podemos asegurarnos, sin causar vergüenza, que aquella persona que pide dinero es honesta?

    La clase más fácil de tzedaká que se da es la contribución requerida para cubrir las necesidades básicas de las viudas, huérfanos y personas que pasan hambre. Este es un tipo de caridad que aún los no-judíos pueden reconocer como importante, y, por ende, podrían contribuir. La siguiente es la tzedaká que es requerida para pagar la Torá que se enseñará a niños judíos. La más difícil de comprender –y la más elevada- es el dinero donado para permitir que personas adultas puedan estudiar Torá luego de que han llegado a la edad de dieciocho. (La gente dice en este contexto: “¡Ve a trabajar!” o “¡Reclútate en el ejército israelí!”). Esta tzedaká confronta la mayor de las oposiciones.

    ¡Demasiado bueno para ser cierto!


    Un rabino local solía ayudar a los colectores que venían a su ciudad desde Israel, y los acompañaba en sus rondas. Un colector vino y le enseñó sus credenciales, las cuales convencieron al rabino de que era una verdadera causa noble. Todos a quienes visitaron dieron generosamente y se encontraban en casa. Entonces, el rabino comenzó a pensar: “Nunca antes he tenido tanta suerte. ¿Cómo puede ser que todo está saliendo tan fácil?” Entonces le preguntó al colector: “¿Para qué causa es que está colectando dinero? Y, por favor, dame el número de teléfono de la institución. Quiero saber más al respecto”. El colector respondió; “¡Confieso que no soy judío y estoy colectando para una comunidad de idólatras!”

    Vivimos en un mundo de falsedad. Las cosas que corren con demasiada facilidad no son genuinas. Pagamos por lo que recibimos. Si uno quiere comenzar un proyecto relacionado con Torá, debe esperar las mayores oposiciones y rechazos. Esto sucede con el fin de probarnos y asegurar que verdaderamente estamos dedicados a nuestro cometido. Solo cuando ponemos todo nuestro esfuerzo en una empresa es que HaShem nos concede éxito.


    Otro relato es el de un rabino sentado con sus estudiantes en la celebración de una mitzvá. Algunos alumnos trajeron un plato de una carne con un olor muy delicioso, y todos comieron de él con gran apetito, a excepción del rabino. Momentos más tarde, llegó corriendo un alumno diciendo que hubo un error. La comida fue traída de la cocina equivocada; ¡No era casher! Los estudiantes se dirigieron al rabino y le preguntaron por qué él no les dijo que no era casher, ya que él, obviamente, estaba consciente de ello. El rabino les respondió: “Yo no sabía si era casher o no. Lo único que yo sabía era que en donde sea que hay un gran entusiasmo para hacer algo, me pregunto si es posible que esto provenga de las fuerzas del mal. Por lo tanto, no estaba seguro de la condición de la carne, y decidí abstenerme de comerla”.

    Tomado del Libro Leyes de la Tzdaka del Rabino Rafael Cohen.

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