PARASHÁ DEVARIM: NUESTROS SOLDADOS
En nuestra Parashá, Moshé Rabenu nos relata las guerras que tuvo Am Israel
antes de su entrada a la tierra prometida. Es decir, con las naciones que eran
vecinas de Israel, para llegar a entrar a la tierra santa. Además de las
guerras que hicieron dentro de Israel para conquistarla. Pero antes de todas
las guerras, Moshé nos dio un mensaje que aparentemente no tiene nada que ver
con el asunto de las guerras, pero ese mensaje es el secreto del éxito en todas
nuestras guerras contra el enemigo. Este secreto, es muy importante que el
Tzahal (Ejército Israelí) lo conozca, para que venza constantemente al enemigo.
Moshé le recuerda al pueblo lo que pasó con un pequeño grupo de judíos, que se
separó de ellos para luchar contra los enemigos, que posteriormente murieron en
su intento. Este recordatorio fue hecho por Moshé para enseñarle al pueblo,
cómo es la forma de guerrear, la estrategia que usa el pueblo elegido para
luchar contra sus enemigos. A diferencia de los goyim, Am Israel posee un arma secreta
que es Dios, cuando salimos a la guerra sin nuestra arma, sin Dios, los chances
de ganar son ínfimos, y así fue como terminó Moshé la Parashá, en el último
versículo, “Lo Tiraú Ki Hashem Elokejem Hu Haniljam Lajem – No teman porque el
Eterno, su Dios, será quien pelee por ustedes” (Deuteronomio 3:22). Es decir,
si Dios sale con Am Israel a pelear, no tenemos por qué temer. Por eso, cuando
Bené Israel pelearon contra Amalek, Moshé estaba desde la cima de una montaña.
Cuando levantaba las manos hacia el cielo, Am Israel ganaba la contienda. La
Guemará explica que no fueron las manos de Moshé las que hicieron el triunfo,
sino que fueron los mismos judíos, que estaban luchando, cuando ellos
levantaban las manos hacia Dios, entonces Dios los ayudaba, y la fe de ellos
aumentaba, al ver que Dios es el único que los salvaba.
A lo largo de todas las guerras de Am Israel, ellos no salieron a luchar
sin el Arca Sagrada en sus manos, para mostrarles a los demás que sin la ayuda de la Torá y de Dios,
no se podía conquistar ninguna guerra. Por eso, cuando David salió a pelear
contra Goliat, quien era un gigante con una armadura nueva y con una espada
sofisticada más grande que David, se paró frente a Goliat con una onda y cinco piedras.
Goliat, al ver a David con cinco piedras, le preguntó a David: ¿acaso creíste
que yo era un perro, que viniste a luchar con piedras? Le respondió David: Tú
vienes a mí con una espada, con una lanza, y con una jabalina, pero yo vengo a
ti en Nombre del Eterno de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel (Samuel
I 17:45). David escribió en sus salmos: “Ele Barejeb Vele Basusim Vanajnu
Beshem Hashem Elokenu Nazkir – Unos con carrozas, otros con caballos, pero
nosotros, el nombre del Eterno nuestro Dios, recordaremos”.
Este fue el mensaje que transmitió Moshé Rabenu al pueblo de Israel, desde
el primer día de su liderato hasta el último. Cuando Moshé fue a Egipto a
rescatar al pueblo de Israel de la esclavitud, le preguntaron: ¿acaso nosotros,
unos esclavos, podemos luchar contra el imperio egipcio? Moshé les respondió:
nosotros no podemos, pero Dios, seguro que sí puede. Así también ocurrió a la orilla
del Mar Rojo, cuando Am Israel estaba confundido, frente a ellos el mar, a los
lados desierto, atrás de ellos el ejército egipcio persiguiéndolos, fueron a
donde Moshé a preguntarle ¿Qué hacían?, entonces Moshé les respondió este mismo
mensaje: “Hashem Yilajem Lajem Vaatem Tajarishu – Dios luchará por ustedes, y
ustedes vencerán” (Éxodo 14:14). Desafortunadamente, Am Israel no ha entendido
este mensaje. La sensación de poder y fuerza hace que pensemos que nosotros mismos
fuimos los que logramos conquistar el objetivo. Con Bar- Kojbá, pasó lo mismo,
al principio venció a sus enemigos, pero al final cuando vio tanto poder en sus
manos, llegó el momento en que le dijo a Dios que no lo necesitaba más y que
sus ayudas no les eran útiles, que no los molestara más. Está demás decirlo, a
la guerra siguiente murió. Así también le ocurrió a Sansón, al principio, como
era un nazareo y una persona muy santa, lograba conquistar y vencer a sus
enemigos, pero al final, cuando empezó a casarse con mujeres de otras naciones,
Dios lo abandonó por haberse revelado en su contra y precisamente por causa de
Dalila, cayó. Para enseñarnos que por haber abandonado a Dios,
Dios lo abandonó a él. Debemos saber que todas las guerras dependen de Dios,
como lo dijo el salmista: “Im Hashem Lo Yishmor Ir Shav Shakad Shomer - Si Dios
no guarda la ciudad, en vano vela la guardia” (Tehilim 127:1). Uno de los
cabalistas de Israel dijo que debemos abrir los ojos, darnos cuenta, cuánto nos
ayudó Dios en nuestras guerras contra el enemigo, en volver a reencontrarnos en
Israel, y estar concientes de eso. En especial, en la guerra de los seis días,
estábamos totalmente rodeados por seis países árabes, como una oveja frente a 70
lobos. Elevamos nuestras voces y ojos al cielo, incluso Moshé Dayán, Ministro
de la Defensa Israelí para la época, le pidió al Jazón Ish que se comunicara
con todos los religiosos para que pidieran a Dios que nos ayude, y gracias al
Supremo Hacedor, quien estuvo con nosotros todo el tiempo y lo seguirá estando,
ganamos la guerra milagrosamente. Existen testimonios, de personas que lucharon
en esa guerra, que revelan los milagros tan grandes que en ella ocurrieron. Uno
de los milagros más publicados es el de los siete tanques israelíes que
avanzaron muy adentro del Líbano, cuando llegaron a la cima de una colina se
vieron rodeados en una semi circunferencia de diez tanques libaneses, los
cañones los estaban apuntando. En ese momento todos los soldados israelíes empezaron
a rezar Shemá Israel, sabían que se había acabado la travesía. Para sorpresa de
ellos, de repente vieron a todos los soldados libaneses con las manos arriba,
las caras pálidas y temblando del miedo. Los soldados israelíes salieron de sus
tanques, sin entender lo que estaba pasando, los apresaron y los tomaron como
prisioneros de guerra. En las investigaciones, los sirios revelaron que cuando
sus soldados quisieron entrar a los tanques israelíes para apresar a los
soldados, vieron dentro de los tanques muchísimas personas que tenían barbas
largas y blancas… Pero el problema empezó después de esa guerra, cuando empezaron
a publicar que todos los honores se lo merecían los del Ejercito Israelí, sin
agradecerle a Dios por sus acciones milagrosas, pensaron que tenían los mejores
pilotos de guerra del mundo, los mejores soldados, los mejores misiles, ¿quién
necesitaba a Dios? Por eso, desde esa guerra empezaron a surgir los problemas,
casi perdíamos las guerras. En la guerra de Yom Kipur, paz en el Galil, Sharón
dijo que la estrategia era entrar al territorio enemigo hacer una limpieza y
salir, se quedaron 10 años, miles de soldados israelíes murieron ahí. La
Intifada, vienen los árabes con piedras, palos y botellas con gasolina y no
tenemos forma de defendernos. En la guerra del Golfo, nos quedamos sentados de
brazos cruzados con los aviones listos y los soldados también, recibiendo 39
skuds, 39 latigazos y no pudimos reaccionar. Hoy en día, la nueva Intifada está
acabando con la población israelí, explotan autobuses públicos, camicaces, etc.
Tenemos la bomba atómica, pero Dios no lucha con nosotros. Nos quiere enseñar
que si pensamos que los judíos luchan solamente con armas, entonces, las armas
no nos ayudarán. Pero si llegamos a entender que Dios es el que lucha por nosotros,
entonces el triunfo está asegurado.
El milagro de Januká, el milagro de Purim, el milagro de Egipto, el milagro
de Jizkiyahu contra el ejército de Sanjerib, fueron guerras en las que casi no
hubieron armas, más que una, el arma secreta de Am Israel, la fe en Dios, “Hashem
Ish Miljamá – Dios es un luchador” del Am Israel, basta con que le pidamos de
todo corazón y le demostremos que no podemos hacer más nada sin su ayuda,
entonces veremos el triunfo.
Que sea la voluntad de Dios que cuide a todos los soldados del ejército
israelí de todo daño, que siempre venzan al Yetzer Hará, que tomen a esa Arca
Sagrada que llevan con ellos a la guerra, la fe en Dios, para que así siempre
escuchemos de ellos buenas noticias, triunfos y paz. Amén.
Tomado del libro las alturas de mi pueblo