PARASHÁ BO: La Fuerza De La Verdad
Muchas veces
me he preguntado: ¿qué es lo que pensaba el Faraón? El no era ningún tonto,
¿cómo es posible que quisiera ignorar los milagros que hacía Moshé ante sus
ojos? Además, cuando finalmente aceptó que existía Dios, volvió a negarse en liberar
al pueblo de Israel de la esclavitud. ¿Acaso no le quedó claro que Dios sí
existe? El Faraón siempre estuvo capacitado para tomar la decisión de liberar
al pueblo de Israel de la esclavitud, tal y como lo explican nuestros
comentaristas. Dios solamente influyó en las decisiones del Faraón a partir de
la quinta plaga, pero su influencia no fue absoluta sino que al Faraón se le
hacía más difícil la toma de la decisión de dejar libre al pueblo judío.
Siempre tuvo el libre albedrío de dejarlos ir. (Ramban). Ahora bien, un rey tan
sabio como él, ¿cómo es posible que no temiera de la palabra de Dios? Antes de
dar la respuesta, es importante destacar que la persona tiene como defecto que
para juzgar al prójimo somos los mejores, para acusarlo, para señalarlo y lo
peor del caso es que no nos damos cuenta que a veces somos nosotros los que
caemos en ese mismo error. Esto fue exactamente lo que le ocurrió al rey David.
Antiguamente, cuando los soldados salían a la guerra, le daban el divorcio a
sus esposas previamente a su partida, para que en caso de que no se hallara el
cuerpo y no se supiera donde estaba, pudiera esa mujer casarse con otro y así
no quedarse sola. Al finalizar una guerra, Uriá, un soldado muy eficaz de los ejércitos
de Israel, no pudo ir con su esposa Bat Sheva, ya que había sido desposada por
el rey David. Al enterarse de esto el profeta, fue a donde el rey David y le
preguntó: ¿Qué haría usted señor rey, con un hombre que posee mucho ganado en
su propiedad, y en vez de darle de comer a sus invitados de su propio ganado,
va a robarle el único buey a su vecino pobre, para alimentar a sus amistades?
El rey David inmediatamente 132 respondió: Se merece la muerte. Entonces el
profeta le dijo: Ese mismo eres tú. Tienes muchas mujeres y fuiste a tomarle la
única mujer a tu vecino Uriá. Entonces, David se dio cuenta del gran error
cometido y que a pesar de que ella ya estaba divorciada legalmente, no era para
él. Observemos lo que le pasó al Faraón por desconocer el poder de Dios y nos
daremos cuenta de lo que nos puede ocurrir. El Faraón era un rey muy rico,
tenía mucho oro, plata, esclavos, ganado, agricultura, etc. Disfrutó de la
vida, hasta que llegaron dos ancianos, Moshé y Aharón, a su palacio, el día de
su cumpleaños. Ese día llegaron personas de todo el mundo a traerle regalos al
rey más poderoso de esos tiempos, y cuando el Faraón los vio, les preguntó: ¿a
qué vinieron? Moshe y Aharon le respondieron que habían venido a liberar al
pueblo de Israel de la esclavitud, por orden de Dios. En ese momento el Faraón
se sintió bastante incómodo, ya que a nadie le gusta que su estilo de vida, se
le cambie. El Midrash nos dice que se enfureció y preguntó: ¿quién es Dios,
para que yo escuche su palabra y libere a Israel? Además, el Faraón se
caracterizaba por no escuchar las palabras de los ancianos; por eso todo lo que
ellos le decían, él trataba de evadirlo de alguna u otra forma. Por ejemplo,
Moshé y Aharon convirtieron el bastón en una serpiente, el agua en sangre, pero
los brujos del Faraón también sabían hacerlo y por eso no les creyó. Cuando los
mismos brujos en la plaga de los piojos, aceptaron que la mano de Dios estaba
metida en todo esto, el Faraón los despreció y les dijo que eran unos tontos que se habían dejado lavar el cerebro. Incluso,
él mismo llegó a aceptar a Dios, en los momentos más críticos, y aseguró
recapacitar, pero cuando ya todo pasaba, y se enfriaba, volvía otra vez a
renegar de todo lo visto y no aceptaba el yugo divino. Si nos ponemos a
analizar las cosas, lo mismo ocurre con nosotros. Vivimos muy tranquilos,
disfrutando la vida. De repente, viene un religioso, nos empieza a vender una
fórmula de cómo disfrutar más de la vida, y cuando la queremos comprar, nos
dice que primero debemos quitarnos de encima algunos placeres arraigados. En
ese momento, cuando nos vienen a cambiar nuestro estilo de vida, cerramos
nuestro cerebro, nuestros ojos, oídos, corazón y todo los que nos diga esa
persona nos parece una tontería. ¿Por qué nos pasa eso? La respuesta es porque
no nos es cómodo escuchar la verdad y nos duele aceptar nuestras propias equivocaciones.
Tanto es así, que cuando necesitamos de la ayuda de Dios, estamos dispuestos a
acudir a Él, a abrir nuestros corazones, a recapacitar, a creer en Él
fielmente, pero cuando pasa la tormenta y le no necesitamos, nos enfriamos y
volvemos a ser los que fuimos toda la vida. Por eso, debemos de tratar de tener
la mente abierta, los ojos observando y los oídos escuchando los buenos
consejos que nos dan nuestros sabios, y si nos llegan momentos de auge
espiritual, en los que creemos fielmente en Dios, y estamos motivados para acercarnos
a la verdad y dispuestos a conseguirla, debemos aprovechar esos momentos y no
dejarlos pasar como lo hacía el Faraón quien decía que la teshuvá se hace
cuando pasa todo. La realidad es que cuando pasa todo, la persona se enfría y
le cuesta más hacer teshuvá. Solamente con nuestros actos sabremos cambiar nuestras
vidas, como el hierro que es maleable cuando está caliente, pero cuando se
enfría es lo más duro que hay. “Que sea la voluntad de Dios que se les abran
los ojos a todos los de Am Israel, que sus oídos escuchen, y que la verdad que
es tan clara entre en sus corazones y deseen encontrar a Dios, pero no solo en
los momentos de más inspiración, sino que sea una sed espiritual constante e
insaciable por siempre. Amén.”
Tomado de las alturas de mi pueblo